viernes, 8 de julio de 2011

¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?

Hace un mes o así, terminé el libro Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, de Nicholas Carr.

El libro lo encontré por casualidad en una librería y me llamó la atención la temática. El autor plantea que Internet está modificando nuestra forma de pensar, para bien o para mal. En los aspectos positivos, podemos ser más capaces de trabajar con múltiples tareas a la vez y de tomar decisiones a toda velocidad. En los aspectos negativos, tendemos a la superficialidad y nos cuesta mucho más trabajo centrarnos en las cosas importantes.

Comparto totalmente lo que dice y de hecho, creo que lo estoy viviendo personalmente. Mi forma de trabajar está completamente influida por Internet y aunque trato de realizar algunas estrategias para evitar distracciones, me cuesta cada vez más centrarme. Muchas veces, al terminar una jornada de trabajo, veo que tengo un porrón de pestañas abiertas con múltiples temas distintos que he empezado y he dejado a la mitad.

Sobre los correos electrónicos, cada vez me cuesta más atenderlos a todos y ya tengo anécdotas de haber respondido correos habiendo leído solamente la mitad de ellos (y dejándome la mitad más importante sin leer).

Para evitarlo, muchas veces trato de imprimir los artículos que quiero leer y me voy a un banco en un parque a leerlos para estar más concentrado. O incluso cuando puedo viajar en transporte público los leo en el tren o autobús, y aunque posiblemente no sea el mejor entorno, me centro mucho más en esas situaciones que en mi despacho, delante del ordenador.

Recomiendo completamente este libro a todos los que utilizan un ordenador con acceso a Internet como herramienta de trabajo, incluidos los que utilizan móviles de última generación. Es un libro que te hace reflexionar y que me parece bastante objetivo. El autor no se dedica a criticar sin más la tecnología, sino que muestra datos y artículos científicos que lo avalan. Las conclusiones no son simplemente desperdiciar la tecnología sino ser conscientes de que su uso no siempre nos hace más efectivos y de que a veces es bueno reflexionar un poco sobre nosotros mismos.

De hecho, una cosa que me pasa tras leer el libro es que cuando voy a una reunión y veo al típico individuo enganchado a su teléfono móvil, más pendiente de la minipantalla y de andar recibiendo/escribiendo mensajitos, me da lástima porque creo que su mente está muy dispersa y no va a ser capaz de atender bien ninguna de esas tareas. Como dice el autor, intenta ser un malabarista mental.

Pongo algunas citas:

A medida que el uso de la Web dificulta el almacenamiento de información en nuestra memoria biológica, nos vemos obligados a depender cada vez más de la memoria artificial de la Red, con gran capacidad y fácil de buscar, pero que nos vuelve más superficiales como pensadores.

Google quiere que la información sea gratuita porque cuanto más bajo sea su costo, más tiempo pasaremos todos mirando la pantalla del ordenador, con lo que suben los beneficios de la empresa.

Cada clic que hacemos en la Web marca un descanso en nuestra concentración, una interrupción de abajo hacia arriba en nuestra atención; y redunda en el interés económico de Google el asegurarse de que hagamos clic, cuantas más veces mejor. Lo último que la empresa quiere es fomentar la lectura pausada o lenta, el pensamiento concentrado. Google se dedica, literalmente, a convertir nuestra distracción en dinero.

Así que pedimos a Internet que siga interrumpiéndonos, de formas cada vez más numerosas y variadas. Aceptamos de buen grado esa pérdida de concentración y enfoque, la división de nuestra atención y la fragmentación de nuestro pensamiento, a cambio de la información atractiva o al menos divertida que recibimos. Desconectar no es una opción que muchos consideremos.

La interactividad de la Red nos dota de nuevas y potentes herramientas con que recabar información, expresarnos y conversar con otras personas. También nos convertimos en cobayas de laboratorio que accionan constantemente palancas a cambio de migajas de reconocimiento social o intelectual.

Ni siquiera vemos los árboles. Vemos ramitas, hojas; y a medida que empresas como Google y Microsoft perfeccionan sus motores de búsqueda para vídeo y audio, más productos se ven sometidos a la fragmentación que ya caracteriza a las obras escritas.

El conocimiento es lo que se recuerda, por tanto está limitado a lo que se puede retener en la mente.

No debemos permitir que las glorias de la tecnología nos cieguen ante la posibilidad de que hayamos adormecido una parte esencial de nuestro ser

1 comentario:

Toribio dijo...

Muy interesante su comentario, y el libro al parecer con un buen contenido. Saludos,