Ayer tomé el avión de vuelta Madrid-Asturias. Entré en el avión más o menos a la mitad de la cola. Al entrar, uno de los azafatos anunciaba que los asientos no estaban asignados y que podíamos sentarnos donde quisiéramos. Yo encantado, porque en mi caso, tenía un asiento hacia atrás, que no me gusta demasiado, y así me senté un poquito más adelante.
Sin embargo, según iban entrando los pasajeros más rezagados, se producían diversas anécdotas y muchas caras de incredulidad por la situación. Al final, como es lógico, los asientos que iban quedando libres eran los peores y no había huecos para que algunas parejas pudiesen sentarse juntas. En cualquier caso, la cosa no llegó a mayores y acabamos todos sentados. Aunque las azafatas y azafatos tuvieron que esforzarse en mediar y explicar a la gente la situación. En ocasiones parecían los acomodadores de los cines.
El motivo al parecer, fue que el avión original se había estropeado y tuvieron que cambiarlo por otro con una distribución de asientos diferentes.
A mí nunca me había pasado esa situación y me resultó entretenido por ver las caras de sorpresa de la gente cuando iban entrando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario